Divinismo
Recógete hijo Mío al Templo Interior,
Y en silencio escúchaMe, entiende Mi hablar;
Tanto Me tienes buscado afuera, en el Templo exterior,
Mientras que Yo, tu Padre, en el íntimo deseo comulgar.
La Verdad es Mí Ley, y detesto la idolatría,
Movimiento la Ley de los Hechos, y me aburre la simulación;
Y tú en eso es que insistes, esparciendo la falsa teoría,
Pues cometiendo semejantes errores, perpetúas la corrupción.
Mi Inteligencia es un Predicado Mío en ti,
Mi Afecto es una Virtud Mía que te entregué;
Mi poder de Ubicuidad te aguarda, pero con frenesí,
Tu de Mí te desvías, hijo Mío, que con tanto Amor creé.
No confías en la decencia de conducta, en la Bondad,
Y tratas mal al tu hermano, aquél otro hijo Mío;
De los corruptores compras simulacros, y bien que a menudo,
Te alegras con el mal, de aquel infeliz hermano que te hizo sufrir.
Retorna Mi hijo, vuelve a Mi Regazo,
Observa esta Ley, de Verdad, Amor y Justicia;
Ve, procura a tu hermano, y ofrécele pues el brazo,
Para que así te abrace Yo, y goces de la gloriosa liza.
No acepto liturgias, que eso nunca fue Mío,
Y rechazo los simulacros, pues no Soy de fingir;
Quiero tus Obras Buenas, como las de aquel Ungido Mío,
Para así ser Mi Verbo, y tener la Gloria en el venir.
Transmito Mi Orden, por el Ángel Mensajero,
Y en el CÓDIGO INMORTAL, te recuerdo la Verdad Redentora;
La Verdad por encima de todo, pues Yo Soy el Eterno Despensero,
Soy el Origen y la Vida, y te invito a Conducta Emancipadora.